«A ver cuándo nos vemos»… Sí… ¡Cuántas veces lo dijimos! Así nos despedimos de muchas personas que casi con seguridad no volveremos a ver hasta el próximo velorio, casamiento, o compromiso social.
Cuando nos decimos “A ver cuándo nos vemos…”, no cabe duda de que estamos llenos de buenas intenciones, apreciamos a la persona a la cual se lo decimos, pero ese momento, el momento del cafecito, de las pizzas en casa o de una linda salida… nunca llega. Creemos que porque vemos sus fotos en Facebook o Instagram y les damos like ya sabemos que están bien y que conocemos su vida; creemos que por mandar un whatsapp todo está solucionado. Claramente no es así.
Nos estamos acostumbrando a encontrarnos poco y nada, y por eso, casi no nos miramos a los ojos, estamos perdiendo los abrazos y las sonrisas que hacen doler la panza, los silencios, las confidencias y la posibilidad de decirnos lo que sentimos y cuánto nos queremos.
Nuestros padres y abuelos se encontraban; se encontraban los domingos a almorzar, hacían lindas fiestas, celebraban juntos navidades, vacacionaban con amigos o familiares. Hacían un culto del encuentro, sabían que allí estaba la fuente que daba sentido a sus vidas tal vez rutinarias y sin tanta tecnología. No nos engañemos: El celular no reemplaza el encuentro de las personas.
Es verdad que tenemos muchas actividades, es cierto que queremos descansar en nuestros ratos libres, pero también es muy, muy cierto, que encontrarnos alivia el estrés, nos revive y sobre todo, nos alegra. No importa si tu casa está linda o fea, si hay mucho o poco para comer, lo importante es el encuentro, ese momento en el que recordamos que la felicidad está hecha de esos pequeños momentos compartidos.
¿Qué esperás para invitar a esos amigos o familiares a los que tantas veces les prometiste encontrarse? ¡Animáte! Poné una fecha y disfrutá del encuentro.