¡Quiero ver!

Durante mucho tiempo repetí esta frase porque no veía bien ni de cerca ni de lejos. Casi desde que tengo uso de razón veo con mucha dificultad, y al pasar los años -además- la visión fue decreciendo. Iba por la vida a tientas, adivinando, suponiendo, imaginando. Me perdía tantas cosas. Mi cerebro se acostumbró a completar lo que mis ojos no veían.

Pero esto no era solo un problema de biología. Se puede ver y no mirar. También es posible no ver y tener una mirada profunda. Sin embargo, la manera de ver condiciona nuestra presencia en el mundo. Mi visión del mundo era una suma de lo poco que llegaba a distinguir y de lo mucho que imaginaba. Como no veía de lejos mi mundo se hacía muy chiquito, solo importaba lo que estaba muy cerca porque lo demás era lo desconocido, lo que no se ve, lo que no se conoce.

En cierto sentido, todas tenemos algún tipo de ceguera. O porque vemos poco, o porque no queremos ver, o porque tememos a aquello que hay que ver. Y así vamos construyendo barreras que nos alejan de las personas, de la naturaleza, y hasta de nosotras mismas. Vamos perdiendo calidad de vida, nos vamos negando cosas y dejamos de hacer otras.

Hace unos días la ciencia hizo que mis ojos comenzaran a ver. Una de mis cegueras ya casi no es un problema. Ahora, el gran desafío será poder elegir qué ver y cómo verlo. Puedo elegir ver lo mejor de las personas que me rodean, puedo elegir lo que hay para construir, sembrar y desarrollar, puedo elegir ver con corazón de niña, con alma esperanzada, con espíritu sensible. Esas miradas creo que me harán más plenamente humana. Quiero una mirada amorosa, liberadora, fecunda… ¿Y vos?

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s