COVID19… Tiempo histórico, tiempo inesperado, tiempo raro, tiempo desconcertante. Y en este tiempo de encierro sentimos muchas ganas de salir, de abrazarnos con las personas que extrañamos, de disfrutar del sol y el aire fresco, y al mismo tiempo, nos da miedo salir, estar en contacto con otros. Sabemos que tenemos que cuidarnos y cuidar a las/los otras/os, pero ¿qué es realmente cuidarnos?
Me gustó mucho la reflexión de Sergio Sinai sobre este tema. Se las comparto.
En la calle, fuera de casa, las miradas se han vuelto huidizas. Los cuerpos esquivos. Detrás de los barbijos, los gestos son ceñudos. Salís lo estrictamente necesario, te cruzás con alguien, otro peatón, amagás una sonrisa, una pequeña celebración de ese encuentro fugaz entre desconocidos, y la mirada de la otra persona te esquiva, su cuerpo se aleja, como si aun ese efímero cruce fuera peligroso y resultara necesaria una lejanía de un par de metros como mínimo. Las colas ante los comercios son silenciosas. Parecen antesalas de quién sabe qué tormentos. Sobrevuela el temor de hablar con ese prójimo próximo, acaso previendo que la palabra sea portadora del flagelo. Cuidémonos, sí. Es necesario. Pero no nos cuidemos del otro. Cuidémonos con el otro, fortaleciendo las redes visibles e invisibles, sutiles y explícitas, ocasionales y cotidianas que nos hacen parte de un mismo todo. Si empezamos a temer a nuestro congénere, si nos convertimos todos en sospechosos, solo lograremos quedar aislados, desconocernos. Así estábamos, en buena medida, antes de la pandemia. Con una falsa ilusión de contacto, que solo era conexión fantasmagórica en un universo de pantallas, de imágenes trucadas, de escenarios irreales. Así estábamos. Convertidos en seres virtuales. Así veníamos aprendiendo a desconocernos. Por eso, acaso, hoy resulta tan fácil desconfiar, eludir, evadir. Cuidémonos con el otro. Mirándonos. Saludándonos. Sonriéndonos. Hablándonos. Escuchándonos. Cuidémonos del virus. No del prójimo. No sea que, al final de esta historia llena de absurdos, ya no sepamos reencontrarnos.
Sergio Sinai, «Cuidado con el cuidado»
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