¿Para qué sirve el canto rodado? Para nada y para todo… El río sería menos río, sus aguas no serían tan transparentes ni sonoras, su cauce vagaría sin parar alejado del juego de la luz entre las piedritas…
Con la oración pasa algo parecido. No se trata de pensar tanto en su utilidad cuanto en el sentido que adquieren nuestras situaciones vitales a partir de la oración. La oración eterniza instantes, serena, potencia, ayuda a concientizar, a estar alertas, a no perdernos las cosas significativas de la vida. Tampoco se trata de poner cara de circunstancia, cerra los ojos y juntar las manos. No es necesario. Si ayuda, mejor, pero si no, adelante con el propio estilo. Me parece que se trata de encontrarse. Encontra-nos, encontra-te, encontrarse con lo que nos trasciende y resignificarlo.
El profesor Javier Varela, catequista e incansable investigador, nos acerca su adaptación de una parte del libro de Pagola Creer, ¿Para qué?. Aquí algunas de sus reflexiones.
“Hemos llenado nuestra vida de cosas, actividades y preocupaciones. A veces rezar nos parece «perder el tiempo”, algo inútil. Pero hay muchas cosas que nos pueden parecer inútiles y no lo son. ¿Para qué sirve conversar con amigos o enamorarnos de una persona? ¿Para qué sirve desahogarse con una persona de confianza o disfrutar de una fiesta? ¿Cómo podemos medir la eficacia de estas experiencias que aparentemente no sirven para nada, y que son precisamente las que alientan nuestra vida y la hacen más digna, más humana y más dichosa?
Así nos puede pasar con la oración. Nos puede parecer inútil, sin embargo necesitamos rezar para sentirnos más humanos, para vivir más lúcidos en medio de una sociedad a veces superficial y poco humana. Necesitamos rezar para encontrarnos con nosotros mismos, para escuchar a nuestro Dios, para estar atentos a quienes puedan necesitar nuestra cercanía, ayuda o amistad.
Necesitamos rezar para no desalentarnos ante los problemas y los conflictos de la vida, para renovar nuestra esperanza… Vivir sin rezar no es un pecado, es una pena.”