Creo que este tiempo de Cuaresma es un buen momento para compartir con ustedes un artículo que escribí hace algunos años junto a mi hija Lara. No solo demuestra cómo se puede leer y profundizar un texto bíblico sino que la mirada de una niña de 11 años puede dejarnos pensando sobre el sentido de la Cruz, despertar nuestras emociones y redescubrir la simpleza y profundidad de los acontecimientos que celebramos.
El abrazo
Cada persona que me acompañaba decía que yo era pesada. Se turnaban para cargarme. En un momento nos paramos y me alzaron a la espalda de un señor; todos le decían Jesús…
Les pido disculpas, todavía no me presenté: Soy la cruz.
Como decía, me cargaron a la espalda de un señor llamado Jesús. Él estaba muy triste y también estaba lastimado. Íbamos caminando juntos y la gente lo burlaba, otros lo lloraban y otros simplemente caminaban.
Yo quería saber por qué estaban todos tan tristes.
Después de un rato, Jesús empezó a transpirar, deshidratarse y a perder energía. Quise abrazarlo con fuerza, pero, él también pensaba que yo era pesada. Seguimos caminando hasta llegar al Gólgota. Ahí había dos cruces como yo, cargadas a las espaldas de dos ladrones.
Cada momento que pasaba traía más y más dolor. Cuando me enteré que él estaba muerto, me puse muy triste. A la mañana siguiente ya no vi más a Jesús. Lo habían llevado a una cueva donde pusieron su cuerpo envuelto en una sábana. A la madrugada del primer día de la semana, cuando salía el sol, María Magdalena, María, la madre de Santiago, y Salomé, que habían comprado perfumes para ungir su cuerpo, fueron al sepulcro. Decían entre ellas: ¿Quién nos correrá esa roca tan grande?, pero al mirar la roca, él ya no estaba allí, porque… ¡Había resucitado!
Me sentí feliz. Yo fui parte de su resurrección porque, en fin, sin muerte no hay resurrección.
Nunca voy a olvidar a ese hombre. Nunca olvidaré a Jesús de Nazaret.
(Lara Gianina. 11 años. Trabajo de preparación a la Pascua realizado en la catequesis escolar.)
Técnica:
La exégesis (Del griego: “guiar hacia afuera”, y por extensión se entiende “analizar”, “extraer el sentido”) narrativa (relato) es una forma -entre muchas otras- de reelaboración creativa del mensaje bíblico. La búsqueda del sentido de un texto no es únicamente un trabajo crítico y académico reservado a unos pocos. Es una tarea abierta a todos. Niños, jóvenes, adultos, hombres, mujeres, etc. Se trata de entrar al texto desde la propia vida, con interrogantes, con vivencias, con los ojos y el corazón atentos. El texto nos espera siempre abierto para su relectura. La exégesis narrativa es una manera de interpretación, actualización y relectura bíblica.
Este relato que presentamos a modo de ejemplo es un sencillo ejercicio sobre la pasión, muerte y resurrección de Jesús según el evangelio de Marcos (capítulos 14 a 16). Está claro que esto puede hacerse con cualquier texto bíblico que hayamos gustado lo suficiente como para sentirnos dentro de la historia y del mensaje. Consiste en leer atentamente el texto evangélico, comprenderlo, y luego, tratar de meterse en uno de los personajes o de los elementos del mismo para recrear la situación y traerla a nuestro hoy. Ciertamente cuanto más profunda sea la exégesis, el estudio, el acercamiento al sentido del texto, mucho más rica será nuestra comprensión y también nuestro trabajo de posterior producción.
No se trata de inventar o hacerle decir al texto cosas que no dice. Me parece que debemos ser muy respetuosos del mensaje para que siga siendo Buena Noticia para todos. Sin embargo, la riqueza que aporta este recurso es la de permitirnos, en primer lugar, acercar un texto escrito hace muchos siglos y profundizarlo; nos da la posibilidad de re-contextualizarlo, hacerlo más próximo a nuestra realidad; nos permite descubrir la trama que lo constituye. Y, en segundo lugar, nos da la posibilidad de ampliar nuestra mirada y así enriquecer nuestra espiritualidad y nuestra fe.